Colección de escritos cortos.

Introducción.

Este año ha sido mucho más infernal de lo que pude haber esperado. A través de las noches, tanto de llanto como de risa, he aprendido tanto del amor como de la pérdida; Ya sea de personas, confianza o la identidad misma.
Es poco lo que tengo que decir, ya que busco que los poemas hablen por sí solos.

Ramona.

Corremos uno hacia el otro, nuestros miedos persiguiéndonos. Cuando nos encontramos, nuestros cuerpos se funden en un solo abrazo. El calor de su piel me envuelve, me llena por completo, y en ese instante, soy suyo. Sollozo, no solo por el miedo, sino por lo que significa; Es un momento eterno, pero fugaz, el punto culminante de todo lo que soy.

La miro, y aunque la tengo frente a mí, parece tan distante, como un espejismo a punto de desvanecerse. Algo invisible la arranca de mis brazos, violento e inevitable. Extiendo mis manos, desesperado por mantenerla conmigo, pero solo encuentro el vacío. El silencio me envuelve un breve segundo, antes de que la pérdida vuelva a llenar mi pecho.

Mis manos tiemblan, vacías

Y vuelvo a sollozar.

Apenas puedo bañarme.

Hay una niña de diez años que vive conmigo, es pelirroja y larguiducha. Me mira desde el espejo antes de bañarme.

Conozco a esta niña desde hace diecisiete años, y a veces se me olvida que ella aún tiene diez. Quiero decirle que la quiero, que lo siento por lo que le hice y lo que le hicieron, pero no creo que me entendería.

Cuando estoy frente al espejo, me concentro en sus ojos color café. Sé que si le preguntara, no me lo diría.

Quizás, si me fijo lo suficiente, podré ver lo que sus ojos vieron, y confirmar que ella también vio lo que yo vi. Pero nunca soy capaz de mirarla por más de unos segundos.

Es raro verla fuera del espejo, pero a veces la veo acostada, con el uniforme de la escuela aún puesto. Intento concentrarme en sus ojos una vez más, pero me reciben unos ojos color verde, no café.

Quizás, si me fijo lo suficiente, podré ver lo que sus ojos vieron.

Pero no quiero.

No quiero preguntarle.

2024.

Me encuentro en un cuarto oscuro, tan vasto que parece infinito. Solo hay una pequeña luz que se filtra desde la orilla de una puerta lejana. Corro hacia ella, buscando algo que toque, algo sólido que me ancle. Pero las paredes se estiran, alejándose más y más, como si burlaran mis manos, como si nunca fuera a alcanzarlas.

Corro. Corro tan rápido como puedo, buscando el límite, algún borde que me sostenga, pero todo se sigue escapando de mis manos. Siento la desesperación apretarse alrededor de mi pecho, el eco de una voz que me habla, pero no puedo escucharla. Es un susurro, un sonido distorsionado que no logro descifrar.

Esa luz me llama, tan tenue pero tan vital. Y corro con todo lo que tengo, pero el suelo bajo mis pies se siente resbaladizo, traicionero. Tropiezo, me caigo, y siento cómo la sangre empieza a gotear de mi nariz rota, como si el cuarto mismo se hubiera burlado de mi desesperación. Me levanto, tambaleante, mirando hacia la puerta.

Está más lejos.

Todo se aleja, todo parece estirarse fuera de mi alcance, como si el cuarto mismo estuviera vivo, burlándose de mis intentos de escapar.

La voz sigue ahí, cada vez más alta, pero no me dice lo que necesito escuchar. Pido, suplico que me hable, que me diga algo, lo que sea. Solo quiero escuchar algo que me ancle a este espacio, que me haga sentir menos perdido. Pero la voz responde con furia. Me grita que corra más fuerte, más rápido. Que no me detenga. Corro hasta que mis piernas tiemblan, hasta que el cuarto parece girar a mi alrededor. El suelo se hunde bajo mis pies, y la puerta sigue alejándose, inalcanzable.

Estoy solo, con el eco de esa voz que me exige más, mientras todo dentro de mí se derrumba. Siento el cansancio hundirse en mi pecho, la presión del aire que apenas puedo respirar. Ya no sé si la puerta es real, si la luz es una promesa o solo una ilusión. Pero sigo corriendo, cada vez más vacío, mientras el cuarto me devora en su oscuridad.

El mundo sigue afuera, lo sé, pero aquí dentro, todo es lento, pesado. La voz me grita; Que siga adelante, que corra más fuerte, que empuje con más fuerza. Como si la puerta fuera a acercarse si lo hago. Pero no pueden ver lo lejos que está. No pueden ver lo rápido que se aleja cada vez que intento alcanzarla.

Desearía que alguien abriera la puerta por mí. Que alguien notara lo lejos que me estoy quedando.

Y ya no sé si puedo seguir corriendo.

volver al índice